miércoles, 24 de mayo de 2017

LAS DOS CARAS DE LA REVOLUCION

La conformación del primer gobierno patrio dio lugar en el proceso revolucionario a una etapa de confrontación de dos sectores antagónicos que pugnaban por definir los pilares de la futura Argentina. Esas dos formas de entender la continuidad de la revolución estaban encarnadas en las figuras de Cornelio Saavedra y Mariano Moreno.

El primero, jefe militar, ligado a los sectores comerciales y sociales más conservadores de la sociedad, consideraba que con el nuevo gobierno el proceso revolucionario estaba terminado y no hacía falta modificar ninguna de las otras variables sociales producto de la dominación española. Moreno, secretario de la Primera Junta, representaba a los sectores que no se conformaban con un simple cambio de administración, sino que pretendían cambiar de raíz la economía y la sociedad heredadas del virreinato. El enfrentamiento alcanzaría su punto más tenso en diciembre de 1810.
-¿Cómo logró encontrarme a estas horas de la noche?
-No sea sonso, Moreno, no fue tan difícil. Todo el mundo sabe que usted no se mueve de este cuchitril ni para ir a dormir a su casa.
-Será que tengo mucho trabajo por delante. El mío y el que no hacen los otros.
-¡Entonces hágalo callado y déjese de embromarme! Está por terminar el año y en vez de ponerse a preparar la navidad sigue haciéndome la vida imposible con sus escritos.
-No personalice las cosas, Saavedra. Usted en realidad me importa bien poco.
-No se nota. ¿Se da cuenta del escándalo que armó con el decreto de la supresión de honores? ¿Qué culpa tengo yo de que un soldado borracho como el capitán Duarte brindara por mí como el primer Rey y Emperador de América, y me ofreciera una corona de azúcar que se encontraba sobre una torta? ¡Una situación ridícula! y ahora ese pobre hombre, Duarte, pese a sus disculpas, fue desterrado y sobre mí pesa el chisme de que me quise coronar rey. Me parece que se le esta yendo la mano con su jacobinismo…
-Si pretende que tome lo de jacobino como un insulto, viniendo de alguien tan conservador este adjetivo es un elogio. En cuanto a lo de Duarte, sus excusas no tienen importancia. Repito lo que dije en el decreto: ningún habitante de Buenos Aires ni ebrio ni dormido debe tener expresiones contra la libertad de su país, simplemente desde este momento se formalizó algo que deberíamos haber hecho desde hace tiempo, prohibir toda aclamación o brindis público a favor de cualquier funcionario y suprimir todos los honores especiales de los que gozaban los miembros de la Primera Junta.
-Mire Moreno…
-No, Saavedra, escúcheme. No me importa Duarte, tampoco usted; sí me molesta en cambio lo que están representando. Esta revolución no se hizo sólo para que cambie un gobierno; un gobierno que garantiza la libertad de comercio y no modifica las realidades sociales y económicas que han dejado las centurias de dominación española. Nadie desconoce, Saavedra, que su cargo se sustenta por el poder de los sectores más conservadores. La maniobra que urdió de incorporar a los enviados de las provincias al Ejecutivo, los cuales no por casualidad son partidarios suyos, y no a un congreso constituyente, como se había previsto en la circular del veintisiete de mayo, sólo es una excusa para debilitar mi posición y frenar las reformas revolucionarias que estas tierras precisan. />

 
“La maniobra que urdió de incorporar a los enviados de las provincias al Ejecutivo, los cuales no por casualidad son partidarios suyos, y no a un congreso constituyente, como se había previsto en la circular del veintisiete de mayo, sólo es una excusa para debilitar mi posición y frenar las reformas revolucionarias que estas tierras precisan”. (Moreno a Saavedra)
-Usted habla de una reforma para todo el país, pero la quiere tutelada por Buenos Aires. Yo, sin embargo, abogo por darle la palabra a la totalidad de las Provincias Unidas del Río de la Plata para que entre todos podamos decidir cuál es el rumbo final que debemos tomar.
-¡Y eso se hubiera logrado si los diputados provinciales hubieran discutido sobre la Constitución y la forma de gobierno que nos regiría y no incorporándolos a un Poder Ejecutivo inmenso, que impida por la propia dinámica del número tomar las decisiones urgentes que necesitamos!
-¿No entiende Moreno que las provincias no son Buenos Aires? ¿Cree que va a ser tan fácil extirpar las raíces hispanas que las han conformado? No es usted, sino el pueblo provinciano el que debe decidir sobre el futuro de la revolución.
-Saavedra, usted no se apoya en el pueblo, sino en las elites provinciales que son otra cosa. Éstas ya tienen sus negocios armados; usted no quiere una revolución, lo único que buscaba era cambiar algo para que todo siguiera igual y ya lo consiguió. ¿Para qué seguir adelante? Habla de revolución, ¿quiere una de verdad?, muy simple: apliquen ya por un instante el plan de operaciones que escribí a pedido de la Junta.
-¡Está loco Moreno! Las modificaciones deben ser graduales, no estamos preparados para cambios tan profundos ni tan de golpe. En cuanto a ese escrito suyo, lo considero sencillamente un desatino.
-No me extraña. Pero, ¿cuál es el desatino?, ¿plantear un gran país que abarque toda América hispana?, ¿sublevar el sur de Brasil y la Banda Oriental para sacarnos a los realistas de encima? ¡Eso lo podemos hacer! Sólo hace falta voluntad y decisión. En el plan he trazado los objetivos generales de esta revolución y la manera de instrumentarlos. En lo político hay que aniquilar el absolutismo, consolidando el poder en manos de los revolucionarios a través de las medidas que le mencioné y de esa forma extender nuestra influencia en toda América.
-Sí, Moreno, Liniers desde el cielo puede dar fe de lo que dice.
-Para conseguir el ideal revolucionario hace falta recurrir a medios radicales. ¿Con qué confianza encargaremos grandes obras a hombres que se asustan de una ejecución? En cuanto a política exterior advierto en el plan el peligro que implica apoyarse transitoriamente en los ingleses, para defendernos tanto de los franceses como del absolutismo español. Aunque algunos me acusen de pro inglés para difamarme, ya en la Gaceta escribí que el extranjero no viene a nuestro país a trabajar en nuestro bien, sino a sacar cuantas ventajas podamos proporcionarle. No incurramos en el error de aquellos pueblos inocentes que se dejaron envolver en cadenas en medio del embelesamiento que les habían producido los chiches y abalorios que bajaban de los barcos. Y en cuanto al aspecto económico, que supongo Saavedra es lo que mas le escandaliza, ya que no poseemos una burguesía económica que propicie el avance comercial que sí tienen las naciones industrializadas, hay que crear un Estado Nación fuerte, capaz de cumplir con ese rol.
-¿Y cómo se crea un Estado fuerte si no poseemos recursos?
-Mire, con quinientos o seiscientos millones de pesos se podría poner en marcha la maquinaria de un Estado propiciador de industrias, fábricas, ingenios, fomentos a la agricultura, y de esta forma se facilitaría la subsistencia de miles de individuos...
-¿Y de dónde sacaríamos esa cantidad de millones, Moreno?
-Hay que expropiar los fondos de las principales fortunas mineras de los ricos encomenderos del Alto Perú, entre quienes se encuentra usted, comandante. Muy a su pesar ya hemos empezado: la Junta sancionó la creación de un fondo para la industria minera, se distribuyeron tierras en la pampa bonaerense fijando limites para evitar la formación de grandes haciendas, hemos mantenido los aranceles a la importación pese a las presiones de los comerciantes ingleses, hemos promovido un censo para conocer los recursos naturales y bienes disponibles y el Estado acomete la empresa de fabricar fusiles en Buenos Aires y Tucumán, mientras levantamos una fabrica de pólvora en Córdoba. Todo en seis meses ¿Realmente no nos cree capaces de propiciar cambios rápidos y profundos?
-Creo que muy a mi pesar éstos se van a producir en la medida en que usted esté metido, Moreno, pero no son lo mejor para este momento. Sé que la mayor parte de la Junta lo apoyaba, y en función de esto han creado toda esta legislación, pero los comerciantes porteños, y casi todas las fuerzas del interior han estrechado vínculos con mi gente. Moreno, no vengo a discutir con usted, sino a informarle que su suerte está echada. Conozco su situación actual y ya no tiene más margen de maniobra. La incorporación a la Junta de los diputados del Interior, comandada por los sacerdotes Funes y Molina, lo han dejado en minoría y sus dos hombres de confianza con mando de tropa, Castelli y Belgrano, se hallan a muchos kilómetros de distancia. Sólo el capitán French al mando del regimiento La Estrella puede apuntalarlo, pero no tiene la fuerza necesaria. Entienda, ha molestado a mucha gente y ya no puedo garantizarle su vida si no renuncia a su cargo.
 
“Nosotros somos el pasado, cada decisión que tomamos han estado precedidas por las de nuestros padres y por las de los padres de ellos. ¿Sobre qué piensa que está estructurado este continente, sino por las raíces hispanas que tenemos? Y por mucho que trabaje en desarraigarlas de golpe siempre van a seguir ahí”. (Saavedra a Moreno)
-Así que finalmente de eso se trata su visita, quiere que le deje el camino libre a las fuerzas de la contrarrevolución… ¡y yo que creía que venía a tomar el té conmigo!
-¿Eso es un sarcasmo, Moreno? Le advierto que yo no tengo sentido del humor.
-Esta declaración suya me toma por sorpresa, coronel. ¡Lo que usted cree que debería ser una revolución es un chiste!
-¡La conversación se acabó, ya no tiene sentido! Le estoy ofreciendo una salida elegante: su renuncia a cambio de una misión que lo va a alejar por un tiempo del país hasta que todo se tranquilice. Más allá de todo lo que diga y haga las cosas para mí son muy claras. Nosotros somos el pasado, cada decisión que tomamos han estado precedidas por las de nuestros padres y por las de los padres de ellos. Esta historia es la que nos define y nos constituye en el presente. ¿Sobre qué piensa que está estructurado este continente, sino por las raíces hispanas que tenemos? Y por mucho que trabaje en desarraigarlas de golpe siempre van a seguir ahí. Lo que yo propongo es un pasaje paulatino, sin traumas.
-No, Saavedra. El que tiene que entender es usted: nosotros somos el futuro…
-De todos modos, secretario, piense en su situación y tome una decisión razonable, esto es sólo un capítulo más de una larga novela. Será la historia la que nos juzgará.
-Ni en eso nos vamos a poner de acuerdo, comandante. La historia no es juez de nadie. A lo sumo es un fiscal, y estoy preparado para enfrentar los cargos que me impute, espero que usted pueda decir lo mismo.
El 18 de diciembre de 1810, Mariano Moreno renunció a su cargo de Secretario. Un mes más tarde zarpó en barco hacia Inglaterra para cumplir con un una misión encomendada por la Junta. El 4 de marzo de 1811 muere en alta mar y su cuerpo es arrojado al agua envuelto en una bandera inglesa. Meses después, el coronel Cornelio Saavedra profería su célebre frase: “Hacía falta tanta agua para apagar tanto fuego".

texto: daniel gil
ilustración: jorge rodríguez

DIA DEL TRABAJADOR

Honrando la memoria de los mártires que dieron sus vidas por la jornada de 8 horas; recordamos también a quienes siguieron bregando por mejo...