A los 28 años Pedro Celestino Saccaggio desarrolló la modernización de la calefacción y de la iluminación
de los convoyes mediante el uso de la energía eléctrica en lugar de la
producida por el vapor de la locomotora. Había nacido en Italia en 1882
pero a los seis años lo trajeron a la Argentina donde hizo todo su
ciclo educativo hasta recibirse de ingeniero mecánico.
Cuando
apenas tenía 12 años, algo hoy imposible, consiguió trabajo en los
talleres Victoria del entonces Ferrocarril Central Argentino. Se jubiló a los 60 años,
pero siguió trabajando como contratado y fue en este último período
durante el cual concretó el desarrollo de sus principales innovaciones
que Perón impulsó, como otros proyectos de alta tecnología, luego, en
general, tirados al arcón de los trastos inútiles por los golpistas de
1955 y, en este caso además, durante la gestión posterior de Arturo
Frondizi.
En
el primer caso por antiperonismo y en el segundo por la iniciativa
impulsada por el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (hoy
más conocido como Banco Mundial) que apuntó al desguace de los
ferrocarriles mediante el denominado Plan Larkin.
Cuando
sólo tenía 28 años Pedro Celestino Saccaggio, ya que de él se trata,
desarrolló la modernización de la calefacción y de la iluminación de los
convoyes mediante el uso de la energía eléctrica en lugar de la
producida por el vapor de la locomotora y unos años después, en el marco
del empuje a la actividad petrolera por el general Enrique Mosconi
durante la presidencia de Marcelo de Alvear, ideó modificaciones en las
viejas locomotoras propulsadas por el carbón importado desde el Reino
Unido por combustibles líquidos elaborados en el país a partir del
petróleo nacional.
Además,
en 1929, diseñó las usinas eléctricas móviles, o sea transportes
ferroviarios que se autogeneraban la energía que utilizaban, mientras
que en 1933 concretó la locomotora diesel que innovó el sistema
ferroviario.
Se
anticipó así a todo el mundo dado que la primera que funcionó, en
Chicago, Estados Unidos de América, lo hizo un año más tarde.
Pasó más de una década y media hasta que esa moderna máquina fuera aceptada en el país.
Fue
como resultado de la estatización de los ferrocarriles llevada adelante
por Miguel Miranda al promediar la primera presidencia de Juan Domingo
Perón.
A
partir 1949 Saccaggio pasó a tener otro respaldo y fue así que en los
talleres del barrio porteño de Liniers del redenominado como Ferrocarril
Nacional Domingo Faustino Sarmiento, vio la luz la primera locomotora
diesel-eléctrica argentina, catalogada como CM1 y bautizada
“Justicialista”.
El pueblo argentino supo de ella cuando fue presentada por Perón y Saccaggio en 1951.
El
suceso que tuvo permitió que el primero de mayo de 1952, en el marco de
los planes quinquenales de desarrollo, se diese a conocer la Resolución
79/52 del Ministerio de Transporte por la cual se dio nacimiento a la
“Fábrica Argentina de Locomotoras” (FAL).
En
1953 desde ella vio la luz una segunda locomotora, considerablemente
más avanzada tecnológicamente que la CM1, la CM2, denominada
“Argentina”.
La
idea era llegar a producir 610 locomotoras de 2.400 y 800 caballos de
fuerza (HP) y 10 usinas móviles, una de las cuales ya había sido
construida y funcionó hasta 1962.
Con el golpe de estado de 1955 se acabó el proyecto.
El gobierno de facto clausuró la fábrica y la desmanteló.
En
el Galpón 35 de los talleres de Liniers, en el oeste porteño, había
originalmente más de 100 operarios involucrados en la fabricación de
diversos productos, uno de ellos el coche motor “Presidente Perón”.
Luego,
como el espacio era reducido para cubrir las necesidades, la FAL fue
trasladada a los talleres del Ferrocarril Nacional General San Martín en
la ciudad de Mendoza.
Por
otra parte se compraron motores italianos a la Fiat y a la Cantieri
Riunitti dell Adriático, y, dada la falta de elementos nacionales
apropiados de la siderurgia también se los adquirió en el exterior.
Lamentablemente,
con la clausura de la planta y la desactivación del plan se destruyeron
planos, maquetas y moldes. Incluso los materiales se vendieron como
chatarra y los impulsores Fiat se utilizaron, desde 1964, para las
locomotoras GAIA.
La
vida activa de la CM1 se inició en el verano 1952/1953 cubriendo el
tramo Constitución-Mar del Plata, de casi 400 kilómetros, para el que se
demoraban unas cuatro horas a una media horaria de los 90 kilómetros.
Con el correr del tiempo se la utilizó para tramos más largos llegando a las ciudades de Mendoza y San Carlos de Bariloche.
En
su etapa experimental, como prueba de arrastre, Saccaggio apeló a sólo
cinco vagones que representaban un peso de unas 300 toneladas, es decir
considerablemente menos que lo habitual.
Como
ya se señaló había componentes básicos de la locomotora como motores y
sistema eléctrico y la materia prima para partes estructurales como los
bogies, producidos en la Argentina.
La
“Locomotora Justicialista” fue presentada el 19 de octubre de 1951 muy
cerca del complejo ferroviario del barrio porteño de Retiro, en la
rotonda denominada Plaza Canadá.
El anuncio estuvo a cargo del propio Juan Perón acompañado por el ingeniero Saccaggio.
Pocos
años después los controles técnicos hicieron ver que la CM1, luego de
concretado un recorrido promedio diario de 850 kilómetros mostraba
apenas desgastes insignificantes.
Como
en muchas otras cosas, los golpistas del 16 de septiembre de 1955
optaron por cambiar el nombre de las dos locomotoras y así la
“Justicialista” pasó a ser “Libertad” y la “Argentina” “Roca”.
Fueron
destinadas al expreso “El Marplatense” para el tramo Constitución-Mar
del Plata, pero al abandonarse su mantenimiento con el correr del tiempo
empezaron a sufrir inconvenientes funcionales.
En 1961, como parte del Plan Larkin se las desguazó y sus restos fueron vendidos como chatarra.
Así terminó una historia, como tantas otras que hubiesen cambiado el desarrollo de la Argentina.