El
ejemplo y la actualidad de su obra agigantan la figura de Eva Perón,
ahora que el mundo del trabajo humano sin distinción de etnia, color,
religión o ideología se encuentra amenazado por una Pandemia sanitaria y
económica, que afecta nuestra salud y porvenir.
Los
que trabajamos somos la inmensa mayoría, los que posibilitamos que la
economía y la vida cotidiana pueda seguir, que el Estado y las
industrias básicas puedan funcionar, aun poniendo en riesgo nuestra
salud y bienestar.
El
Estado para articular e imponer políticas públicas constituyo el desvelo
de Eva Perón, una vida breve y publica, inédita por su trascendencia
comenzó con un temprano encuentro adolescente y amoroso en Junín con
Damián Gómez, ferroviario y anarquista divulgador de las ideas
libertarias, luego preso y asesinado en la Penitenciaría Nacional.
Siguió
con su temprana y audaz llegada a Buenos Aires, los debuts como actriz
de cine, radioteatro y activista gremial, la decisiva jornada del 17 de
octubre, su obra al frente de la Fundación y la incomparable travesía
personal y política en la cima del poder del Estado junto a Juan Domingo
Perón, hasta su temprano “paso a la inmortalidad”.
La fuerte
personalidad muestra a la “Gran Mujer” que se hace así misma, una simple
muchacha del interior bonaerense que la historia y el pueblo trabajador
convirtió en “La Abandera de los Humildes” y la mujer más poderosa de
su tiempo, la mayor sufragista y empoderadora de las mujeres argentinas
en la historia de nuestro país.
Eva Perón fue primero María Eva
Ibarguren, anotada con el apellido de su madre Doña Juana, que nació
pobremente el 7 de mayo de 1919 en un rancho de la estancia La Unión,
cerca de Los Toldos, en una familia constituida por cuatro hermanos que
el padre Juan Duarte, estanciero y caudillo conservador, como un signo
de esos tiempos no reconoció.
María Eva nació en tiempos de Pandemia cuando la gripe
española diezmaba a los trabajadores del mundo, luego que se acallara la
represión y cesaran los incendios de la Semana Trágica en Buenos Aires,
sin embargo nuevas convulsiones y crisis económicas que llevaron a la
masacre civilizatoria de la segunda guerra mundial, signarían su vida.
La dura infancia de
Evita fue retratada por una de sus hermanas: “¿Te acuerdas que mamá no
podía comprarnos juguetes? Una máquina de coser y ella, trabajando desde
la mañana hasta pasada la medianoche, cubrían nuestras necesidades.
Remplazábamos el juguete con el mundo mágico de la naturaleza. (…) Pero
de pronto fueron las vísperas de Reyes. A los Reyes Magos sí les podías
pedir un juguete bellísimo. El cielo no es mezquino (…) y pediste con
fervor: una muñeca de gran tamaño.
La noche de aquel lejano 5 de enero
dormiste sin reposo (…) a la mañana corriste en busca de tus zapatos
dejados en la ventana y la viste. Era altísima y realmente bella. Pero
tenía una pierna rota. Mamá te explicó que se había caído de los
camellos, y de ahí su mutilación. (…) Pero no te explicó que había
adquirido la muñeca casi por nada, justamente a causa de esa rotura”.
El temperamento de la joven María Eva se forjo en
las miserias de las clase populares, que privadas de derechos y sustento
obligo a los Ibarguren, después adoptara el apellido del invisible
Duarte, a partir e instalarse en Junín donde finalizara la escuela
primaria
Los hechos de la infancia son como
raíces, raíces que no se ven pero continúan nutriéndonos, y que al
socorrer a alguien, quizás a un niño enfermo habrá recordado a su muñeca
renga: “¿Tembló su imagen en tus recuerdos que un chico inválido,
llevado a la Secretaría en brazos de su padre, te pedía con los ojos que
lo ayudaras a caminar?”
Raíces de redención
humana en la historia de amor con Juan Domingo Perón, por la solidaridad
con las víctimas del terremoto de San Juan, por la “adulteración” del
acta de nacimiento y el casamiento con el indiscutible Líder de los
trabajadores argentinos.
El
triunfo electoral y el poder del Estado hicieron que mientras el general
“ponía los ladrillos que nos habría de cobijar a todos, ella abrigaba a
los que estaba afuera abrigándolos para que no se murieran de frio
esperando para entrar”, y después organizara el Partido Peronista
Femenino con derechos plenos políticos y sociales
Santa Evita, la mujer más poderosa de la historia argentina, la plebeya
de las grandes causas nacionales, la Piquetera infatigable por la
Justicia Social, la oradora encendida, la “negrita” bella, muchas
mujeres en una mujer, también sufrió un largo exilio, pero volvió en
brazos de su pueblo como faro que quema porque refundar el Estado
requiere de las utopías y las realizaciones, solo hay que
conquistarlas.
Nadie pudo apagar ese fuego que hoy
quema más que nunca.