martes, 21 de septiembre de 2021


Matar al padre es una metáfora freudiana a la que los dirigentes de la derecha neoliberal con aguantadero provisorio en Juntos vienen rindiendo riguroso culto. Larreta pidió que le dedicaran un aplauso, objetivo que se alcanzó con notoria falta de entusiasmo.

Horacio Rodríguez Larreta se permitió ejecutar impiadosamente un acto público de venganza personal y partidaria al humillar a Mauricio Macri, su padre político, delante de la crema de su coalición reunida para proclamar la lista encabezada por la Vidal.

La sorpresiva definición de las Paso y la ruidosa polémica registrada en el seno del Frente de Todos parecieron quitarle trascendencia a la escena prolija, gozosamente actuada por Larreta, con la víctima como resignado partenér.

La escena fue una especie de dramatización con letra de Atahualpa Yupanqui y conclusión por cuenta de Enrique Santos Discepolo. Don Ata es el autor de la famosa canción «El arriero».

Larreta invitó a subir al estrado a Macri, que se movía pesadamente. Acerca de la razón por la que su figura se veía engrosada, allegados al funcionario de la FIFA contaron que desde que se sumó a la campaña electoral solía usar un chaleco antibala.

Una vez que Macri se paró en el centro del estrado Larreta pidió que le dedicaran un aplauso, objetivo que se alcanzó con notoria falta de entusiasmo.

Entonces Larreta apoyó su mano en la espalda y lo fue empujando con firmeza apenas maquillada por un esbozo de sonrisa.

La mano cumplía la tarea del caballo que monta el arriero y pecha al ganado que se dispersa y no va donde él quiere.

Larreta lo arreó hacia la platea, platea poblada de personajes anónimos, donde se es uno más.

Macri aceptó el rol de ganado (ganado perdedor, valga la paradoja).

Un experto en lectura del lenguaje gestual interpretó que el mensaje de Larreta decía: no podés hablar, saludá y a otra cosa.

Todo indica que el proceso que culminó esa noche tuvo origen cuando Macri, sintiéndose blindado y con plena impunidad, ordenó operaciones de espionaje a familiares, amigos, compañeros, opositores, apóstoles y mandingas.

Al margen de ser cómplice del Macri más abyecto y asomar como su posible heredero – lo había sido en el gobierno de CABA -, Larreta no escapó a la persecución.

Se considera que al salir a la luz episodios de su vida privada Macri le cagó la existencia (es el verbo que corresponde, en este caso no cabe transar con eufemismos).

En palabras discepolianas, fiera venganza la del tiempo.

Con respecto al rito prolijamente cultivado por los líderes de Juntos recordemos que Elisa Carrió llegó a situarse en posiciones cercanas a Raúl Alfonsín – íntimo amigo de su progenitor, el dirigente chaqueño Coco Carrió -, primero como convencional constituyente y luego diputada.

Hasta que en 2003 rompió con el radicalismo, como lo haría en sucesivas alianzas.

Desde la paternalidad política Alfonsín nunca le perdonó que desertara y en 2007 trazó una certera definición de Lilita: «a no equivocarse, no se trata de una traidora, es una enemiga».

Es el turno de la Bullrich.

Cuesta trazar una reseña de la brochette de padres que ha sabido amasijar esta señora que en el ámbito político se muestra tan casquivana, ligera de cascos.

No le van quedando figuras con las que pueda vincularse como hija, o discípula.

Recientes declaraciones sugieren que su aguileña mirada se ha posado con simpatía en Javier Mileikovsky.

A los 64 años quizás esté pensando en adoptarlo paternalmente.

El pinet le da para asumir cualquiera de los géneros en danza. No hay padre al que le sea profundamente fiel.

Sí lo es, en cambio, en relación con un lazo aparentemente menos directo, el que sostiene con el tío Sam.

Macri no ha cuidado ocultar que es modelo de la más genuina vocación metafóricamente parricida.

Nadie ignora que debe el arranque de su trayectoria pública desde la presidencia de Boca Juniors a la participación en la fortuna y los negocios amasados por Franco.

Ya procesado por contrabando en 1993, con ese capital Mauricio accedió en 1995 a la conducción de Boca sobornando a los capos de la barra brava y directivos del club, y fundando con Angelici, Stornelli y Plee la base de lo que dos décadas después sería la meneada «mesa judicial».

En 2010, siendo jefe de gobierno de Caba, inició juicio reclamando que fuera consagrado el diagnóstico de insanía de Franco y se lo apartara del manejo de las empresas de la familia.

Del hondo dolor y la bronca del padre ante este trámite dio acabado testimonio su abogado Luis Conde. «¿Mis hijos, mi propia sangre, quieren declarar que estoy loco?», fue la frase con que reaccionó Franco, recogida en el reportaje a Conde publicado por «Perfil».

La saga de la vocación parricida tuvo un nuevo capítulo ante la muerte de Franco, en marzo de 2019.

Requerido por la prensa, con expresión apesadumbrada dijo que su padre le había inculcado «la cultura del trabajo», pero finalmente se había constituido en uno de los mayores conflictos de su vida.

Un par de semanas más tarde, lanzado a la campaña electoral, reconoció que Franco había incurrido en el delito de extorsión.

Se vio forzado, adujo, refiriéndose a una presunta ingenuidad, o impotencia, debilidades éstas que jamás se le podían atribuir a tan avezado hombre de negocios, cuyo campo de acción se extendió a China.

Habiendo sido capaz de descalificar su lucidez mental en vida, atreverse a usar en su provecho la acusación de corrupto era una jugada por demás coherente.

La última hazaña consistió en señalar erróneamente la fecha del deceso de su padre. Febrero de 2018, dijo.

Un día de éstos aparece lagrimeando, portador de una ortiga, en la Recoleta.

Que alguien le avise que Franco lo espera en Jardín de Paz para rajarle una soberana puteada.

Habilitados por las armas de guerra con que los Magnetto, Macri, Bullrich, Carrió balean impiadosamente al presidente y sobre todo a CFK en cuanto un simple paso en falso lleva signo oficialista o partidario, creemos que es lícito subrayar la alevosa humillación de Larreta y la sorprendente sumisión con que la recibió Macri.

Volviendo a los versos de Yupanqui, más allá de este episodio es sabido que las vaquitas siempre pertenecieron a lo que representa Macri.

Como novedad, el funcionario de la FIFA ahora también carga con las penas, que han hecho metástasis.

Es posible que la desatención a las viejas, eternas penas alimentadas por la desigualdad, haya sido el factor que definió las Paso.

Por Ignacio Lizaso

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