La fragmentación del campo popular fue y será siempre un objetivo estratégico del enemigo neoliberal, en especial en esta etapa de neocolonialismo, donde la presencia de las fuerzas militares norteamericanas, ocupando áreas claves en nuestro territorio, reafirma esa necesidad de control social y político.
Desde hace más de 40 años, la política que había sido una herramienta clave en las luchas populares contra las dictaduras cívico- militares, comenzó a ser denigrada en sus contenidos, bajo la influencia del discurso único y del “fin de la historia”, mensaje panfletario de los años 80, escrito por Francis Fukuyama.
El vaciamiento doctrinario ideológico es la justificación del eficientismo patronal neoliberal, aquel que lleva al país supuestamente a la modernidad y la globalización, denominación peyorativa del saqueo y la privatización de los recursos naturales y de los servicios esenciales, que llevaron a las sucesivas crisis a partir del 2001 y la transnacionalización de la economía, con derrumbe industrial, en el marco de la financiarización, como hoy.
Entonces comienza en la militancia, una carrera por el funcionariado como objetivo y justificación política, enterrando entonces, en algunos dirigentes, las utopías que motorizan el compromiso y la voluntad política de construir una sociedad más justa y solidaria. La gestión sin ideología o la ideología sin gestión, son dos fracasos de la política.
Esa práctica militante, que es un sistema de principios y valores, de códigos en la práctica y construcciones colectivas, va abandonando el territorio, la formación de cuadros, la capacitación política contextualizada en la realidad, la lectura formativa, la discusión enriquecedora, la síntesis necesaria, al transformarse, de a poco, en una cuestión de ocupación o pérdidas de espacios individuales, antes que en la concepción plena de una acto colectivo de organización política y social.
Es que la pertenencia identitaria legítima a cualquier tipo de organización, no puede prescindir del pensamiento crítico y por ende, la respuesta debe ser siempre política, evitando la individualización de la misma, nunca de adhesión incondicional a determinados referentes cuya práctica es mandar. “Conducir es predicar y predicar es persuadir”, nos enseñó el conductor estratégico Juan Perón.
Nos decía Perón, que conducir un ejército es fácil, porque los soldados deben obedecer, pero conducir una organización política es difícil, porque el conductor debe ganarse el respeto y la confianza, que sólo descansan en la persuasión y la síntesis común. En la discusión de los temas siempre somos pares, hasta el momento de la decisión, en que somos verticales a las decisiones de las conducciones, por lo cual previamente todas las cuestiones, deben ser analizadas, de ser posible o sino posteriormente debatidas.
Es por esa desviación hacia los espacios, que el sectarismo invadió las agrupaciones militantes, haciendo de la lucha por una baldosa de poder, una cuestión estratégica, en donde la victoria sobre el compañero es más importante que la acción de conjunto. La 20 verdades del peronismo lo explicitan claramente, reafirmando entre otras cuestiones que nadie se realiza en una Patria que no se realiza y que quien habla mal de un compañero se está pasando al enemigo, que es único, siempre está enfrente y lo es del pueblo y de la Patria.
Si la fragmentación es la victoria del enemigo, el sectarismo es un elemento funcional a esa estrategia y ajeno a las necesidades del movimiento nacional y popular. El sectarismo impregna la vida de aquellos que al tiempo que van perdiendo las utopías, el amor y el compromiso con el pueblo, van afianzando su perfil personalista, que hace a la cultura individualista meritocrática del enemigo.
Si partimos de la base que el movimiento nacional es policlasista, integra obreros y empresarios, curas y militares, intelectuales y científicos, militantes sociales y sindicales, es claro que vivimos en contradicciones permanentes, pero con un objetivo común que es el de la Patria, que hoy está en peligro, por lo cual todas las luchas deben direccionarse solamente hacia el enemigo principal, neocolonial, que pretende arrasar con aquellos que nos previno Perón el 1° de mayo de 1974 en el Modelo Argentino para un Proyecto Nacional, hace 44 años: “el imperialismo vendrá con nosotros o sin nosotros por nuestros recursos naturales, el agua dulce y los alimentos y dependerá de los argentinos de defenderlos”.
Se llama Soberanía Política e Independencia Económica, que junto a la Justicia Social son las tres banderas del peronismo.
Jorge Rachid