64 años pasaron desde que estos patriotas nacionales, liderados por los queridos Andrés “El Negro” Framini y Armando Cabo -por los civiles- y por el general Juan José Valle por los militares; intentaron, desde el Movimiento de Recuperación nacional 9 de junio, retornar a la vigencia de la Constitución de 1949 -derogada por un bando militar- y a la Soberanía Popular.Fueron asesinados y fusilados por la primer dictadura cívico militar genocida en la historia contemporánea argentina.
Este homenaje no es sólo por quienes, como mi padre, cayeron heroicamente en las jornadas del 9 al 12 de junio de 1956, es mucho mayor, es un homenaje a todos quienes integraron aquel Movimiento de Recuperación Nacional, del que formaron parte.
Es un homenaje, también, a la heroica Resistencia Peronista que, con la consigna del Luche y Vuelve, continuó su lucha; a la Gloriosa Juventud Peronista que años más tarde levantó sus banderas y se unió a la lucha, hasta que quien fue tres veces Presidente Constitucional de la Nación volvió, me estoy refiriendo al General Juan Domingo Perón.
No es un homenaje a las muertes, es un homenaje a sus vidas, a su entrega, a su lucha, lo que generó la gesta popular que hoy recordamos.
El movimiento de recuperación nacional del 9 de junio fue, indiscutiblemente, un movimiento gestado desde las entrañas mismas del pueblo. El general Valle encabezó el intento revolucionario con casi ningún general, un puñado de oficiales, y una importante cantidad de suboficiales y civiles.
Son los suboficiales, en servicio o retirados, quienes resultaron los más activos entusiastas, jamás podré olvidar a mi querido compañero de ruta y de causa el Sgto. Porfidio Calderón, uno de ellos, quienes junto a los civiles se convertirían en el alma misma del movimiento.
El ejército del General Valle estaba consustanciado con el pueblo, del que se nutría y ese pueblo se sentía identificado con aquel ejército, los unía la misma causa, la causa de la patria justa, libre y soberana.
Se trató de la generación de una causa, la causa nacional, que había comprendido que democracia significa hacer lo que el pueblo quiere y defender un único interés: el del pueblo.
Una de las tantas mentiras que los opositores de entonces afirmaban, era que el de Perón era un gobierno militar. Nada más lejano a la realidad, el sostén de sus gobiernos constitucionales, fueron los obreros; y sus instrumentos políticos, la C.G.T., el Congreso Nacional, y el Partido Peronista, todos instrumentos civiles.
No utilizó al ejército ni como sostén de su gobierno, ni como fuerza policial, no necesitaba el apoyo de las armas, tenía el respaldo de los votos y de su pueblo.
Nos preguntamos ¿por qué tanto ensañamiento en estos asesinatos y fusilamientos?
· Estoy convencido que varios fueron los motivos: quisieron castigar al pueblo por el 17 de octubre;
· Quisieron poner fin a la presencia de la clase obrera en la política nacional;
· Al General Valle, jamás le perdonaron que fuera a él -al mando de las tropas leales al gobierno constitucional- a quien, tras el criminal bombardeo y ametrallamiento a la Plaza de Mayo por la aviación naval, del 16 de junio de 1955, se le rindieron los cabecillas del atentado: contraalmirantes Aníbal Olivieri, Ministro de Marina; Samuel Toranzo Calderón, jefe de la infantería de marina y el vicealmirante Benjamín Gargiulo.
No fue casualidad que Olivieri nombra como defensor en aquella oportunidad al entonces vice almirante Isaac Rojas.
No existían, en aquellos años, organismos de derechos humanos nacionales ni internacionales que ayudaran a nuestras madres, ni prensa que las oyera, el terror de la revolución fusiladora intentó imponer silencio con un frío de muerte a todas esas mujeres y al pueblo mismo.
No había experiencia en la República para apoyar su dolor, aliviar su sufrimiento con la comprensión colectiva. Una enorme ola de terror desde el estado se había desatado por primera vez, he aquí el huevo de la serpiente de las futuras dictaduras genocidas.
El 5 de marzo de 1956, la dictadura de Aramburu y Rojas, sancionó el decreto 4161/56, que pretendía prohibir pensar a todos los peronistas; y años más tarde el gobierno de José María Guido dictó, un 10 de abril de 1963, el decreto ley 2713/63, que rescató el 4161, ampliando las penas con el agregado de: «no existiere intención de propaganda política”.
Resumiendo, como dice magistralmente Eduardo Galeano: “el sistema quiso callarlos, pero ellos eran los más decidores. Fracasaron quienes prohibieron el agua porque no pudieron, porque nadie puede prohibir la sed”.
Se ha intentado durante muchos años ocultar estos hechos a la memoria colectiva, no querían recordarlos, quizás porque los unos, los militares, no deseaban reconocer el asesinato de sus propios camaradas, y los otros, los civiles, los que integraron las juntas consultivas y los comandos civiles cazadores de peronistas, una vez recuperada la democracia ven con vergüenza su aval y colaboración con las dictaduras en tanta persecución y proscripción.
Que similitud también con tantos que hoy critican gritando como teros, y escondiendo donde “han puesto los huevos” los últimos 4 años y a quien apoyaron…
Siguieron dieciocho años de lucha, con persecuciones, cárcel, tortura y muerte, hasta que un día sus banderas, que nunca fueron arriadas, flamearon más fuerte que nunca y Perón volvió.
No busquen su recuerdo en los cementerios, allí sólo encontrarán a los muertos; los héroes y mártires de junio de 1956, no han muerto, viven en el recuerdo emocionado de una patria agradecida…
Porque a pesar de las bombas, los fusilamientos, los compañeros muertos, los desaparecidos, no nos han vencido.
Y seguiremos luchando por una Patria socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana.